24 Jun
EL LUNES QUE NO ERA LUNES

Me estiro entre las sábanas, y junto con el movimiento tiro dos almohadas al suelo. Mis brazos desnudos sienten los rayos ardientes de una típica mañana de verano. 

Froto mis ojos y arreglo mi cabello. Parece que aún estoy adormecida pero sumamente agradecida por haberle obsequiado a mi cuerpo unas buenas horas de sueño profundo. Miro la hora y un sobresalto en el pecho hace que abandone bruscamente mi cama:

 ¡DIOS! 8:30 ¡Era tardísimo! ¿Cómo pudo haberme sucedido esto? Llegaría tarde a mi trabajo, justo el día de la presentación de la campaña para una importante empresa de cosméticos. 

Mi jefe iba a matarme, definitivamente. Imagínense perder la oportunidad de su vida por unas estúpidas y muy bien dormidas horas de sueño. 

Afortunadamente ya estoy lista. Bajo las escaleras a toda velocidad y tropiezo con el último escalón desplomándome en el suelo. Mi pierna duele como nunca pero ignoro la molestia y me dirijo rengueando hacia la puerta, repitiendo una y otra vez en mi mente que todo saldrá bien. Cierro y subo a mi coche. 

Siento algo extraño en los pies. Miro... ¡y resulta que tenía las pantuflas puestas! Esto no me puede estar pasando... y digamos que el calor no ayuda mucho, sin dejar de mencionar que estoy sudando como un cerdo y el tiempo sigue corriendo. 

Vuelvo, subo las escaleras y me pongo los zapatos. Cierro la puerta. Subo al vehículo... Y NO ENCUENTRO LAS LLAVES DEL AUTO ¿EN SERIO? no me canso de triunfar. 

Siento que en cualquier momento colapso. 

Tuve que respirar hondo y volver a buscar esas endemoniadas llaves. No están por ningún lado, revuelvo los cajones de los muebles del comedor, corro al living y revoleo con cierta violencia los cojines del sillón. NADA. Con toda la angustia del mundo hago mi mayor esfuerzo en memorizar cuál fue mi camino cuando me puse los zapatos. Subo a mi habitación y ¡BINGO! estaban en la cama. Al parecer las dejé allí en mi afán por no llegar al mi trabajo como si fuera a un pijama party.

Chequeo por última vez cómo luzco, que todo esté en su lugar y ahora sí. Más que lista. Miro el reloj, como si quisiera castigarme por mi maravillosa concatenación de torpezas. Era muy tarde, muy. Había perdido cerca de 45 minutos en la odisea en la que yo misma me había metido. 

Subo a mi auto y mi estómago ruge, me reclama, por qué no había desayunado. Lágrimas corren por mis mejillas. Estoy frustrada, avergonzada. Seguramente iban a despedirme por dejar plantados a los ejecutivos con los que me iba a reunir. Intento pensar en algo positivo y es imposible. No puedo darme ni una palabra de aliento. 

Cuando por fin arranco, mi celular suena. Era mi jefe. Obvio. Si les dijera la cantidad de cosas que se me pasaron por la mente en ese momento podrían hacer una trilogía. 

¿Y ahora qué hago? Me calmo un instante y planeo una excusa, hasta ahora ha Sido lo más acertado que he pensado. Podría decir que me descompuse o algo así. Atiendo la llamada y para mí sorpresa, mi jefe, se oye calmado.

- siento molestarte pero sólo quería recordarte que el día de la presentación mi asistente te recogerá temprano. Como a las 8. 

- ¿Qué? Disculpe. No lo comprendo.

- ¡Qué torpeza la mía! Siempre creo que los demás están despiertos a esta hora un sábado. 

¡Ay Jesús, María y José! No podía creer lo que estaba pasando. Era sábado. SÁBADO. Quizá la ansiedad me jugó una mala pasada. Es decir que estuve, como una tonta, creyéndome el ser más irresponsable, llorando y sometiéndome a tremendos eventos desafortunados. 

Sentía una especie de "aliviojo". Alivio porque seguía teniendo empleo y enojo por la pesadilla que viví. Freddy Krueger estaría realmente orgulloso por mi desempeño.

- No se preocupe, señor. De hecho sí me levanté temprano. Decidí ejercitarme un poco pero creo que cambiaré la rutina porque... no me ha dado muy buenos resultados.

- está muy bien. El ejercicio te ayudará a estar enfocada para tu gran momento. Presiento que los dejarás impactados el lunes. En fin, no te molesto más. Todos los éxitos para tí. Adiós. 

Creo que va a ser una buena anécdota para una reunión familiar.

-Marlene Toro

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